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Más allá de la gestión de carteras: la psicología del inversor

La labor del asesor financiero para muchos se limitaría a entender cuáles son los objetivos financieros del cliente, encontrar aquella composición de la cartera que permite al cliente alcanzar esos objetivos y hacer los cambios que el asesor considere oportunos para que esos objetivos se cumplan. 

Esa visión del alcance de la labor del asesor se queda corta en nuestra opinión. En el mundo de las finanzas y de las inversiones en general, es complejo. Cada decisión puede ser el preludio de una ganancia sustancial o de una pérdida lamentable.  

¿A qué se enfrentan los inversores?

Los inversores se enfrentan constantemente a una batalla no solo contra las fluctuaciones del mercado, sino también, contra sus propios instintos. Daniel Kahneman (recientemente fallecido), fue un pionero en el estudio de la economía conductual y laureado con el Premio Nobel de economía gracias a ello, a pesar de ser psicólogo y no economista.  

A través de estos estudios, Kahneman ha desentrañado los entresijos de nuestra psique para revelar cómo los sesgos cognitivos y emocionales moldean nuestras decisiones económicas.  

En este artículo intentamos adentrarnos de forma sencilla en la mente del inversor, explorando los sesgos más habituales que, a menudo de manera inadvertida, desvían el rumbo de la racionalidad y la lógica afectando de forma importante al resultado de las inversiones.  

Desde la excesiva confianza hasta el efecto del anclaje, pasando por la aversión a la pérdida, estos patrones de pensamiento inherentes pueden llevar a los inversores a tomar decisiones erróneas de los principios de la inversión fundamentada.  A través de los estudios más recientes sobre esta materia, nos proponemos desvelar cómo reconocer y contrarrestar estos sesgos para poder tomar nuestras decisiones de inversión con un mejor criterio y racionalidad. 

Como decimos, esto debería ser, no solo, una fase más dentro del proceso de asesoramiento, sino además una fase pilar dentro de este servicio. 

¿Qué son los sesgos? 

La definición más formal es que son errores sistemáticos en el pensamiento que afectan las decisiones y juicios de las personas. Estos errores se producen porque nuestro cerebro intenta optimizar el uso de energía y, para ello, a veces toma atajos que nos llevan a cometer errores. 

Este tipo de errores ocurren especialmente cuando hay emociones detrás de las decisiones, aunque no exclusivamente. Tampoco quiere decir que los sesgos nos lleven siempre a cometer errores. Simplemente nos pueden llevar a tomar decisiones poco racionales que en otras circunstancias no tomaríamos. 

Vamos a ver cuáles son los principales que pueden afectarnos como inversores y, de paso, entenderemos mejor qué es esto de los sesgos: 

Sesgo de disonancia cognitiva 

Este sesgo provoca que nuestra percepción cambie respecto a lo que ocurre en realidad. Esto ocurre cuando tenemos información que en nuestra cabeza es contradictoria. Se produce cierta sensación de incomodidad que nuestro cerebro resuelve simplemente distorsionando la realidad. No quiere decir que veamos doble o empecemos a tener imaginaciones, son distorsiones que realmente tienen con cómo nosotros consideramos una decisión. 

El ejemplo más claro que todo inversor puede haber sufrido es comprar una acción que, posteriormente, empieza a caer en bolsa y ve que es una mala inversión. 

En su cabeza, cuando realizó esa inversión, se trataba de una decisión buena y de una buena oportunidad. Sin embargo, la realidad parece estar diciéndole lo contrario. El mero hecho de que éstas opiniones entren en contradicción supone estrés para el inversor, que puede experimentar un sentimiento de vergüenza por haberse equivocado. 

Ante esto, el cerebro puede reaccionar simplemente no creyendo o evitando este tipo de información que entra en conflicto con nuestra decisión inicial. Nos negamos a aceptar que estamos equivocados y empezamos a pensar que todos están equivocados o a decir la típica frase de “esta vez será diferente”. 

Sesgo de retrospectiva 

Este es el sesgo típico que tienen aquellas personas que, una vez ocurre algo, dicen: ¡Lo sabía! 

Este sesgo es bastante puñetero ya que lo que hace es darnos la sensación de que somos mejores de lo que realmente somos anticipando eventos. ¿Cómo lo hace? Cada vez que predecimos algo que no ha ocurrido eso genera cierta incomodidad, por lo que el cerebro trata de ocultar o eliminar ese recuerdo. Sin embargo, cuando acertamos esto nos da cierta adrenalina, por lo que nuestro cerebro trata de guardarlo bien a salvo en nuestro recuerdo. Esto hace que, en nuestros recuerdos, tengamos más recuerdos de veces que hemos acertado que de veces que hemos fallado, por lo que subjetivamente somos buenos prediciendo. 

Pero, objetivamente, somos mediocres haciendo predicciones y, lamentablemente, la mediocridad es muy mala en este sentido, es decir, lo normal es no acertar. 

Como inversores, esto nos puede llevar a asumir mayores riesgos de los que deberíamos tomar. Por ejemplo, si nos creemos mejores adivinando si una empresa subirá o bajará nuestra confianza será alta y, por tanto, nuestra apuesta también. Esto nos deja expuesto a cometer errores que nos cuestan mucho dinero o pueden incluso hacernos perderlo todo. 

Sesgo de aversión a la pérdida

Este es, probablemente, el sesgo más común de todos. Consiste en que la mayoría de nosotros (por no decir todos) sentimos más intensamente el dolor de una pérdida que el placer de una ganancia de igual magnitud. Dicho de otro modo, el placer que sentimos cuando ganamos un 10% es menor que el dolor que sentimos cuando perdemos un 10%. 

La relación es de 2 a 1, es decir, que para que placer y dolor sean comparables el beneficio debe ser el doble que la pérdida. Por tanto, se estima que una persona que pierde un 10% y otra que gana un 20% sienten un dolor y un placer de intensidad similar. 

Este sesgo lo que nos provoca como inversores es que aguantemos más las pérdidas de lo que deberíamos, mientras que las ganancias las cortamos rápido. Esto se debe a que las pérdidas nos duelen y nos negamos a materializarlas cuando a lo mejor deberíamos de hacerlo, por lo que las aguantamos esperando a que se recuperen. 

Por el otro lado, las ganancias en seguida nos resultan suficientes, por lo que decidimos materializarlas cuando a lo mejor deberíamos de mantener nuestra inversión. 

¿Cómo proteger a nuestro cliente de él mismo? 

Esto son solo algunos ejemplos de los muchos sesgos que existen y que nos afectan a la hora de tomar decisiones. Y el problema es que muchos de ellos están muy interrelacionados, dando lugar a una serie de malas decisiones en cadena que afectan directamente a nuestra rentabilidad como inversores. 

Es aquí donde debería de entrar un asesor financiero, para cortar este círculo vicioso de sesgos y ayudar a que el inversor entienda por lo que está pasando. Y es que la cura ante los sesgos es muy fácil, simplemente hay que ser consciente de ellos. 

Veamos un ejemplo de cómo podría desencadenarse esta situación: 

Viene un inversor que dice que le gustaría saber nuestra opinión sobre las criptomonedas. 

Este inversor ya tiene una opinión formada sobre este activo, pues probablemente ha leído las excelentes rentabilidades que han podido ofrecer a quienes la compraron hace 2 años. Además, conoce a gente que ha invertido y ha ganado dinero con ellas. Por ello, él quiere invertir, pero dado que cuenta con un asesor financiero prefiere consultarlo con él. 

Supongamos que le decimos que no es buena idea, que es un activo especulativo y que dada la elevada volatilidad no se lo recomendamos dado su perfil de riesgo. 

El cliente ahora tiene una contradicción en su cabeza, por un lado, ve que hay argumentos a favor y por otro hay argumentos en contra. Dado que su opinión es positiva, entra en juego el sesgo de disonancia cognitiva y decide no hacer caso de nuestra opinión. Se acoge a que es una nueva tecnología, que no la entendemos, que es una oportunidad única. Además, busca argumentos que refuercen su creencia. Entonces entra en juego el sesgo de confirmación. Todo aquel argumento que aprueba su opinión la ve con buenos ojos, mientras que aquel argumento que va en contra lo descarta. Así, acaba convencido, es una muy buena oportunidad de inversión, por lo que decide invertir una pequeña cantidad. 

Al principio sube, lo que le hace pensar que ya lo sabía y que pudo anticipar lo que iba a ocurrir. Este es el sesgo de retrospectiva, recordémoslo. También ha entrado en una comunidad de inversores en cripto, donde se comparten información entre ellos y se dan consejos. Probablemente esté sufriendo el sesgo de representatividad. 

De repente, sus inversiones empiezan a caer. Del mismo modo que antes rechazaba nuestra opinión, ahora el hecho de que caiga no le importa demasiado. Para él es una buena oportunidad y que caiga le permite invertir más dinero a un nivel más bajo. Sus inversiones siguen cayendo y empieza a dudar sobre si ha sido una buena decisión. La ansiedad y el estrés que le genera la idea de pensar que va a perder dinero le impide vender, por lo que se mantiene invertido.  Además, en su comunidad de inversores siguen siendo optimistas y diciendo que es una buena oportunidad para seguir comprando. Las inversiones siguen cayendo y nuestro cliente ha perdido ya la mitad del dinero que ha invertido en este activo, el cual, además ha ido aumentando a medida que iba comprando más con las primeras caídas. 

Finalmente, nuestro cliente acaba vendiendo con pérdidas importantes. 

Esto es un ejemplo que probablemente muchos asesores financieros conozcan de primera mano. Puede que muchos piensen que ha sido decisión suya y que nosotros hemos hecho nuestro trabajo recomendándole no hacerlo. 

Sin embargo, si nos tomamos en serio nuestro trabajo y nos preocupamos realmente por nuestros clientes, deberíamos de haber intentado algo. Y es que todo esto podríamos haberlo evitado simplemente sentándonos con nuestro cliente, explicándole qué son los sesgos y dejando que el mismo se dé cuenta de que no está tomando una decisión racional, sino puramente emocional. 

Conclusión 

Los sesgos cognitivos es algo que nos afecta a todos y siempre y cuando afecte a decisiones de inversión, debemos tener herramientas tanto para impedir que nos lleven a nosotros mismos a tomar malas decisiones como a impedir que sean nuestros clientes quienes las toman. 

Este campo de las finanzas se está popularizando mucho en estos últimos años, pero lamentablemente pocos asesores financieros lo implementan entre sus funciones. En GESEM creemos que es necesario empezar a formarse en este campo y, de la misma forma que le explicamos al cliente por qué está cayendo la renta fija cuando suben los tipos, debemos de explicarle qué son los sesgos y cómo le afectan para de esta manera intentar eliminar o al menos minimizar los efectos negativos que estos tienen en las decisiones de inversión.  

Autores: Sergio Serrano, gestor de patrimonial y director general de GESEM AV y Kevin González, analista financiero en GESEM AV.

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