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Sobre la racionalidad de los mercados

En las últimas décadas, tenemos sobre la mesa un claro debate acerca de la racionalidad o irracionalidad de los mercados. No es tema banal, en el caso de que los mercados sean racionales supondría que, en realidad, no hay forma de poder ganar una rentabilidad superior a la del mercado, por lo que simplemente el trabajo de los asesores financieros es “inútil”. Por otro lado, si son irracionales y existen ventanas de oportunidad donde poder posicionarse a la espera de que el mercado se de cuenta del error, ahí podemos encontrar un motivo de la supervivencia de los asesores financieros y de la gestión activa en su conjunto. 

Lo cierto es que no hay una respuesta a esta cuestión. Tenemos un premio Nobel por su trabajo demostrando la eficiencia de los mercados, pero poco después tuvimos dos premios Nobel que apuntaban precisamente en la dirección opuesta. Lo más sensato es afirmar que el mercado, en general, es muy racional, pero que hay momentos donde el comportamiento se vuelve irracional. 

Es lo mismo que podemos afirmar sobre el comportamiento humano. La mayoría de nosotros somos racionales la mayor parte del tiempo y nuestras reacciones son predecibles. Sin embargo, hay determinadas situaciones en las que nos comportamos de manera irracional. 

El problema es que puede que no nos demos cuenta nunca de este comportamiento, por mucho que otros nos lo hagan saber. Para nosotros hemos actuado racionalmente, teníamos nuestros motivos y, por tanto, no aceptamos reconocer que nos hemos equivocado. 

Con los mercados ocurre exactamente lo mismo. Estos momentos de irracionalidad son negados como tal. Siempre parece haber motivos que justifican ese comportamiento. Por ejemplo, Richard Thaler, uno de los que recibió el premio Nobel por demostrar cierta irracionalidad en los mercados, realizó un trabajo que, a pesar de ser posteriormente muy criticado por la metodología empleada, su mensaje era muy contundente. 

Básicamente comparaba la volatilidad de los precios de las acciones con la volatilidad de los fundamentales de la compañía, concretamente con el beneficio neto. Obviamente, como muchos podréis pensar, la volatilidad de los precios es mucho mayor que la del beneficio. Es lo que llamamos ruido y, según Thaler, el mero hecho de que exista este ruido ya implica que el mercado tiende a estar, constantemente, sobrevalorando e infravalorando a las compañías. 

Y, ¿por qué ocurren estas situaciones donde se sobreestiman o subestiman las expectativas de las empresas? Por la propia existencia de los sesgos cognitivos que nos engañan a la hora de interpretar la información disponible. Cuando las emociones se interponen en nuestro razonamiento, es fácil que tomemos una decisión irracional o que, sin la presencia de esas emociones, no tomaríamos. 

Cuestiones de los mercados que nos hacemos…

¿Afectan las emociones a los mercados? Por supuesto. ¿Afectan las emociones a las personas? ¿Acaso los mercados no lo componen personas? De hecho, ¿los mercados existen como tal o son simplemente el resultado de las decisiones de las personas? 

Si aceptas que los sesgos existen y que nos afectan a todos en algunos momentos, no podemos negar que, entonces, los mercados también se ven afectados en ciertos momentos por determinados sesgos. Dado que los sesgos actúan como una neblina que no nos deja ver claramente la realidad, es fácil que esos movimientos de mercado estén siendo manipulados por las emociones de aquellos que deciden si comprar o vender. Es cuando esa neblina desaparece y nos damos cuenta de que nos hemos equivocado cuando toca reconocer el error y ajustar las valoraciones. De ahí que se den estas desviaciones entre fundamentales y el precio. 

Por desgracia, los sesgos son intrínsecos al ser humano y, aunque a medida que se vayan automatizando y sistematizando ciertas tareas la presencia de los sesgos será cada vez menos evidente, siempre formará parte de nosotros. Por suerte, sabiendo esto también sabemos que hay oportunidades de poder batir al mercado y ofrecer una rentabilidad adicional a los inversores. Lo único que tenemos que hacer es ser más racionales que el mercado. 

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